sábado, 2 de abril de 2011

“AFAGNISTÁN: MUJERES QUE NUNCA SONRIEN”



Escribe: Sociólogo Antonio Solís Tasaico/ Vice Presidente ENTE PERUANO-ARGENTINO DE SOCIÓLOGOS y Docente de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.

Concluida la guerra entre fundamentalistas talibanes ---que pierden frente a la Alianza del Norte-, guerreo militar-religioso-político, muy extendido en este espacio geográfico, presagia que muchas cosas existenciales cambiaría –principalmente en las mujeres afganas-. Pero ello no ocurrió: el fundamentalismo talibán se trasmuta a la Alianza del Norte en la misma esencia, hacia las mujeres afganas: misogenia y brutalidad. Los derechos de mujeres afganas sigue esclavizada, ante la mirada de la Naciones Unidas y, demás instituciones internacionales de derechos humanos universales, de sociedades en democracia. Continua las violaciones, asesinatos y transgresiones de abuso del poder, sobre éstas mujeres de Afagnistán.

Miles de mujeres deciden y optan el suicidio, la autoinmolación para fugar del infierno de sus existencias y aturdimiento cotidiano. Muchas fueron rescatadas de las llamas de sus cuerpos, y en otras circunstancias cuando sus propios maridos las quemaban vivas, por el sólo hecho de contradecir a éstos. Son fundamentalistas misóginos de la Alianza del Norte, del siglo XXI. Las mujeres afganas tienen innumerables restricciones como: no poder estudiar, trabajar, salir y caminar solas, no hacer ruidos; no ser atendidas por médicos varones; no pueden asomarse a ventanas y balcones de sus casas. Sólo deben usar obligatoriamente la burka –un atavio-vestimenta- que le cubre desde los tobillos hasta el rostro –dejando libre un solo ojo; dificultándoles respirar con normalidad; la burka es –en verdad, sudario, portátil-.

El no uso de la burka, es circunstancia para ser azotadas, insultadas en público –por haber lucido sus tobillos-.. Es el mayor resquicio de la animalidad, bestialidad, salvajismo, inhumanidad, cobardía del hombre afgano-fundamentalista de la Alianza del Norte de Afagnistán. No pueden, ni deben usar cosméticos, ni pintarse las uñas –porque les cortan los dedos; no reírse en voz alta, ni caminar con cualquier hombre que no sea su acompañante-marido. En el plano social están impedidas de asistir a cualquier reunión social, practicar deportes, como el manejo de bicicleta. La existencia humana más sencilla de practicar están prohibidas a éstas mujeres afganas, como tomarse fotografías, o espectar televisión y escuchar música.

El gobierno fundamentalista afgano de la Alianza del Norte, reglamenta absolutamente todo en la existencia de mujeres principalmente; a los hombres también, pero son penas leves, menores sanciones, y no estrictos en sancionarlos a éstos salvajes hombres que aún existen en pleno siglo XXI. Afagnistán es un país quebrado, en crisis crónica; no hay, ni existen bancos, así como tampoco medios de comunicación modernos. En muchos árboles del país se exhiben televisores, cintas de grabación destrozadas, como simbología y muestra de la “derrota del pecado capitalista”.

Cada viernes se celebran ejecuciones de mujeres, mutilaciones públicas en estadios deportivos, y a los cuales deben asistir obligatoriamente los niños, quienes quedarán marcados de por vida, comtemplar este sacrificio inhumano, absurdo, bestializado que hacen con sus madres, hermanas, parientes. De ahí, que más del 80% de la población afgana tiene trastornos mentales. Los niños entre los 9 a 12 años, son obligados a trabajar 12 horas diarias continuadas, en fábricas, y que sirve al sostenimiento y ayuda a los ingresos de sus familias. Las mujeres viudas por la guerra, mueren de hambre, por estar impedidas de trabajar, y salir solas. Algunas que logran aventurarse a solicitar unas monedas de limosna, corren el riesgo de ser azotadas y asesinadas.

Los niños de cualquier parte del mundo, reproduce sus cotidianidad que vivencia con su familia, su casa, sus espacios; los niños afganos dibujan esas atrocidades que comenten contra su familia, como un dibujo de un hombre azotando, sancionando a una mujer –que es su madre o su hermana, o su pariente más cercano-; u otra él tomado de la mano de su madre, único refugio y ser generosa, buena, digna, única, héroe en medio de violencia indigna e impune de éste hombre fundamentalista afgano. Otra escena es al hombre atando a la mujer –su madre-, a un madero, boca abajo, y haciéndola sangrar, y ser abaleada con una pistola.

Aún así, las heroicas mujeres afganas se han agrupado y organizado para luchar, resistir, por la paz, libertad, democracia, los derechos humanos para ellas también, y que el mundo occidental olvida, voltea la mirada y conciencia de lo que ahí ocurre. Rawa es la organización socio-política de la mujer de Afagnistán. Son las mujeres que nunca sonríen.

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