domingo, 23 de diciembre de 2012

(EDITORIAL) LAS MALAS COSTUMBRES



Ahora bien, ¿por qué un aumento de sueldo tendría que resultar tan escandaloso? Pues porque la que se lo ha dado es una institución que tiene la desaprobación del 70% de la ciudadanía



Nuestros congresistas se han dado un aumento de sueldo encubierto. Se supone que lo que han hecho es doblarse la “asignación por función congresal”, que tendría por fin principal solventar los gastos de sus viajes a sus circunscripciones y que ahora será de S/.15. 234 mensuales. Pero resulta muy difícil creer que, al menos en la gran mayoría de los casos, este dinero vaya a ser usado, efectivamente, para solventar el “desempeño de la función congresal”. De hecho, esta “asignación” es considerada como un ingreso para efectos del Impuesto a la Renta y, en el debate surgido a raíz del tema, a más de un congresista le ha aflorado el inconsciente a la hora de calificar la verdadera naturaleza del asunto. “No estoy frente a un juez para decirle en qué gasto mi plata”, ha dicho, por ejemplo, el congresista Mora (aunque las cursivas son nuestras).
Sin embargo, la prueba más clara de que estamos ante un autoaumento de ingresos realizado por la puerta falsa está en que, si de verdad se tratase de los gastos necesarios para realizar bien las funciones de representación de las diversas jurisdicciones para las que los congresistas trabajan, nuestros representantes hubieran podido ahorrarse todo el escándalo y la presión públicas.

Concretamente, si es que en lugar de un aumento en esta sospechosa “asignación” por cuyo gasto los congresistas no tienen que dar cuentas se hubiera aprobado un sistema de viáticos por el que cada congresista tuviese que presentar un presupuesto previo a sus viajes y justificar por medio de boletas o facturas (o declaraciones juradas, en la ausencia de aquellas) cada gasto realizado en ellos, no habría habido problemas. De hecho, se habrían ahorrado el Impuesto a la Renta (pudiendo así invertir más en sus viajes de representación) y la curiosa paradoja de que los representantes de Lima y Callao reciban también esta “asignación” destinada a solventar unos viajes que ellos no tienen que hacer. Si nuestros congresistas prefirieron comerse la rechifla general y pagar Impuesto a la Renta a tener que justificar estos gastos, quedan pocas dudas respecto de lo que verdaderamente significa para ellos – con algunas honrosas excepciones- el aumento que se han otorgado.

Ahora bien, ¿por qué un aumento de sueldo tendría que resultar tan escandaloso? Pues porque la que se lo ha dado es una institución que tiene la desaprobación del 70% de la ciudadanía. Y porque, para decirlo con un ejemplo, resulta indignante que nuestros congresistas no se puedan poner de acuerdo para elegir a los encargados de puestos tan claves para el país como el defensor del Pueblo, los miembros del Tribunal Constitucional o los directores del Banco Central de Reserva, pero sí muestren una enorme facilidad para llegar a rápidos consensos (con todos los partidos) cuando se trata de incrementar sus propios ingresos.

Por lo demás, cuando de verdad se quiera mejorar la función de representación que tiene el Congreso y hacer que los congresistas efectivamente sirvan para intermediar y dar voz a las necesidades, propuestas y reclamos de las diferentes circunscripciones, la principal reforma debe venir no en los recursos que se les da una vez que llegan al Congreso (aunque ello también sea importante y se pueda hacer de la forma antes descrita), sino en la manera como llegan a este. Específicamente, como lo hemos dicho varias veces ya, tendríamos que cambiar las enormes circunscripciones plurinominales en las que grupos enormes y muy diversos de ciudadanos eligen a varios representantes comunes para todos ellos y en donde son pocas las persona que saben, siquiera, el nombre de los congresistas que las “representan”. Necesitamos un sistema de representación uninominal, donde cada congresista sea elegido por un grupo pequeño y bien determinado de electores. De esta forma, nuestros parlamentarios tendrían quién les haga un seguimiento personal y frente a quién realizar eso que hoy se niegan a hacer con sus “asignaciones”: rendir cuentas.

FUENTE: http://elcomercio.pe/

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