miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿ES NECESARIO CALIFICAR Y PONER NOTAS?

Por León Trahtemberg 

En la mayoría de los centros de educación inicial se evalúa a los alumnos de manera cualitativa y descriptiva. Eso se hace menos en la primaria y mucho menos en la secundaria, vencidos por la tendencia de tipificar el desempeño de los alumnos con letras o números que inevitablemente son fuente de comparación entre ellos. Esto, por exigencia del ministerio de educación que pide que los alumnos sean calificados con letras en primaria y números en secundaria, pero también por convicción y comodidad de la mayoría de los profesores que sienten que con esas letras o números comunican lo necesario para entender cómo se está desempeñando el alumno en el colegio.

Es curioso que los padres de los niños de educación inicial, que no reciben calificaciones ni notas, reciben una información más amplia,   comprehensiva, descriptiva e ilustrativa sobre la situación de sus hijos que la que reciben aquellos a los que se les dice “tu hijo tiene B” o “tu hijo tiene 16”. ¿Significa B lo mismo para un alumno esforzado pero con dificultades o para un alumno muy hábil y poco dedicado? ¿Significa lo mismo un 16 para quien tuvo antes 20 o para quien tuvo antes 12?

Qué preferiría un padre de familia, e inclusive su hijo: que su profesor le diga “tienes B” o “te sacaste 20” o que le diga “Miguel es un alumno dedicado, perseverante, emprende con entusiasmo las actividades que se plantean en la clase. Tiene algunas dificultades cuando hay que tomarse un tiempo para pensar un problema antes de intentar una respuesta y le cuesta  trabajo aceptar que no siempre puede ser el líder del grupo”; o en otro caso le diga “Rosa es una estudiante con gran capacidad de abstracción, muy original y creativa para plantear sus ideas y tiene una enorme sensibilidad social, ya que apoya continuamente a sus compañeros que tienen algunas dificultades para entender esos temas. Se ha ganado el respeto de su promoción”.

En cierta manera, el sistema de exámenes y notas alivia al profesor de la necesidad de conocer individualmente a cada alumno y comunicar lo que sabe de él a los padres. Las notas permiten despersonalizar al alumno y convertirlo en un individuo que vale y es comparable con otros en función del puntaje que obtiene en una prueba.       
Todo esto ocurre cuando la investigación científica sobre el tema señala que  los exámenes y notas escolares no tienen mayor valor predictor, exceptuando los posibles puntajes que sacarán en las pruebas siguientes. Pero dicen casi nada acerca de su futuro, creatividad, curiosidad,  felicidad, el éxito profesional, o cualquier otra cosa de enorme importancia como resultado de una buena formación.

Alfie Kohn en “Los orígenes de las pruebas y notas” sostiene que  las pruebas y notas tienen un carácter reductivo que emergen de la predilección de los  norteamericanos por cuantificar, controlar y competir. (The Roots of Grades-and-Tests, Alfie Kohn, 2013) 
Esto es muy propio de la cultura norteamericana que usa sistemáticamente las pruebas de CI para clasificar a los estudiantes, encuestas de opinión para cuantificar el ánimo del público,  incluso los análisis de costo-beneficio para evaluar las obras públicas,  todo en nombre de la objetividad impersonal. Sin embargo, no deja de ser perturbador asumir que el proceso educativo de un niño puede expresarse cuantitativamente o mediante rúbricas que es una manera de entrar a la estandarización por la puerta falsa.  

Un profesor que presta atención a sus alumnos, escucha sus conversaciones, acompaña sus proyectos, lecturas y ensayos escritos, no necesita administrar pruebas que por lo demás suelen registrar solamente asuntos que competen a la memoria de corto plazo para lo cual los alumnos paulatinamente se van especializando. En el mundo real, no se evalúa el desempeño de la  gente a través de pruebas sino por observación directa de sus actividades y  desempeños.

Las pruebas y notas crean la sensación volátil de precisión, convirtiendo la  educación en algo que se puede medir lo que inevitablemente incluye el factor de la competencia. Pero ¿es ese el objetivo de la educación? ¿Acaso el valor de una persona depende del resultado de  compararlo con otros en ciertos indicadores cuantificables?

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